Por: Carlos A Venegas M.ps.
Capítulo I
La opinión de Agustín sobre asuntos sexuales unificó a los cristianos en creer que era tabú hablar; generando inmoralidad sexual, perversión y la violación de la dignidad humana por más de mil años, y sigue teniendo influencia en muchos sectores hasta el día de hoy. Sin embargo, en la Alemania del siglo XVI ocurrió algo que desafió radicalmente el vínculo entre el sexo y el pecado original. Una revolución sexual, a partir de 1517, Martín Lutero, el instigador de la Reforma Protestante, rechazó las enseñanzas de Agustín de que el sexo era pecaminoso. Al contrario, declaró que el sexo entre un hombre y una mujer era un regalo de Dios, bendición (mientras estuviera confinado al vínculo de casados). Cuando el relato sacerdotal describe la creación humana a la imagen y semejanza de Dios Jehová, agrega que “hombre y mujer los creó” (Génesis 1:27). De eso entendemos que la condición sexuada, tanto de la mujer como del hombre, pertenece a la esencia de la imagen de Dios Jehová en el ser humano, como también a la unidad, un solo cuerpo un solo Dios, no varios dioses, ni varios hombres ni varias mujeres, además solo hay un Padre y un solo Hijo en la esfera de un solo Espíritu Santo, por lo tanto cualquier otra relación de unión es ilegal, destructiva y ofensiva primeramente a Dios Jehová y luego a la humanidad. Es obvio en estos textos bíblicos que la práctica sexual, no solamente es para la manera de procreación humana, también de compromiso y fidelidad para estar sellada la unidad, pertenece al plan de Dios Jehová y su perfecta voluntad para la humanidad. Es importante insistir en que según este relato, la sexualidad existe antes del pecado y totalmente aparte del pecado. Es más bien la intención pura y original del Creador. Además, según la Biblia, no registra el sexo con el origen del pecado en la humanidad.
Retomando a la psicóloga y psicoanalista Joyce McDougall en su terminología “Neosexualidad” incluye la idea de que era una nueva fantasía de escena primaria inventada por un niño porque él/ella creía que la sexualidad de los padres era aterradora y que sus propios impulsos y deseos sexuales iban a ser condenados por los mitos ancestrales, lo cual no podemos aceptarla como base de una sexualidad sana. La sexualidad en el estado de inocencia que describe el Génesis, era pura y perfecta; el sexo en sí, en todas sus dimensiones es santo. Lo que el pecado introdujo fue la rebelión, perversión moral (3:13,16), el usar la otra persona en vez de amarla. El ser humano es un ser social, creado para el compañerismo con otros seres vivos. Entonces, con un simbolismo curioso, frente a la soledad de Adán Dios crea los animales. Dios los lleva a Adán, quien les da nombre (2:19). “Sin embargo, no se encontró entre ellos la ayuda adecuada para el hombre” (2:20). A continuación, Dios Yahvé crea a la mujer del mismo ser del hombre para el cuidado mutuo, no formó otro hombre ni le dio varias mujeres. Dios la lleva a Adán y Adán le da nombre (mujer, ishá Eva). Ahora ha aparecido la compañera para hacer completa la vida humana sobre la tierra, y Adán la declara “hueso de mis huesos y carne de mi carne” (2:23). En el perfecto designio de Dios, “los dos se funden en un solo ser” (2:24) y ninguno sentía vergüenza de su desnudez (2:25). Llama la atención que todo este relato yahvista se concentra en la relación de la pareja humana como realización y base para la humanidad, sin anteponer la procreación de hijos e hijas. Por otra parte, una pareja que dícese amar pero que se niega al deleite mutuo, fidelidad y respeto, tengan o no hijos, no está realizando la visión bíblica de la sexualidad.
Tomando lo anterior se podría llegar a la conclusión que la sexualidad ha venido degenerandose de la mano de la historia del ser humano, porque es un término dinámico “Hablar de sexualidad humana es hablar de la esencia misma del ser humano” (Maurice Merleau Ponty, 1975. Filósofo.), en su esencia hay perversión y maldad. La sexualidad podríamos verla como una capacidad que conforma a cada ser humano y que permite sentir, vibrar y comunicarnos a través del propio cuerpo sin violentar al otro. Es algo que forma parte de lo que somos desde el mismo momento en el que nacemos y que permanece en nuestras vidas hasta que morimos; un cuerpo, alma y espíritu. Desde el punto de vista psicológico, es el conjunto de fenómenos emocionales, de conducta y de prácticas asociadas a la búsqueda de emoción sexual, que marcan de manera decisiva al ser humano en todas y cada una de las fases determinantes de su desarrollo para bien o para mal. Uno de los mayores factores de la interacción es de tener sexualidad sana, un todo, es la orientación sexual. En efecto, cuando interactúan el erotismo (la capacidad de sentir deseo, excitación, orgasmo y placer), la vinculación afectiva (la capacidad de sentir, amar o enamorarse, fidelidad e integridad) y el género (lo que nos hace hombres o mujeres, masculinos o femeninos) en la heterosexualidad, es base del propósito Divino por lo tanto sano, cualquier otra de las orientaciones sexuales a saber: la bisexualidad, y la homosexualidad son comportamientos desviados y antinaturales. Es de observar que la orientación sexual e identidad de género, estos dos conceptos suelen confundirse, cuando realmente hablan de dos cosas distintas. El primero se trata del sentido meramente sexual, es decir, la atracción física y emocional que llega a sentir una persona por otra, independientemente de su género. La segunda habla desde un aspecto psicológico, desde el sentido y la percepción que una persona tiene al sentirse como mujer, hombre o genderqueer (género no-binario), dejando de un lado aspectos físicos y biológicos.
Por lo tanto la sexualidad podemos verla y estudiar sus comportamientos desde el lente biopsicosocial, lo cual quiere decir que somos también en nuestra sexualidad seres tripartita; biológica, psicológica y social, que precisamos de interacciones con los demás y tenemos conciencia de nuestras habilidades, pensamientos, reflexiones y, en esencia, de nuestra propia existencia. Su potencial está determinado por sus características biológicas (físicas), pero a su vez su accionar es influenciado por aspectos psicológicos (como deseos, motivaciones e inhibiciones) y por el entorno social (la presión que ejercen otras personas, los condicionamientos legales, etc.) donde se constituyen un todo. El comportamiento del hombre, de hecho, constituye una unidad biopsicosocial que marca su sexualidad. Este modelo entiende que el bienestar, y su salud integral del hombre depende de las tres dimensiones: no alcanza con que el individuo esté sano físicamente.
CONTINUA CAPITULO II.
No hay comentarios:
Publicar un comentario