2018-02-11

LOS HOMBRES PIENSAN SEXO, SEXO....


Cuando un hombre dice que tiene hambre, sueño o está cansado no hay sentidos ocultos: tiene hambre, sueño y está cansado. Pero cuando dicen cosas como bueno, hablemos, ¿te doy un masaje?, ¿vamos al cine?, ¿cenamos juntos esta noche?, ¿te llamo el viernes? o yo también te amo, en realidad están diciendo quiero tener sexo contigo después de hablar, en medio del masaje, después del cine, la cena, la salida y esperan que la palabra  haga efecto en los oídos de la dama en cuestión y acelere el tener sexo con ella. Por más elegante, metafórico o con el infaltable toque gastronómico que sea un alago y tenga a una mujer como destinataria (“qué bonitas piernas, “qué hermoso vestido, “qué buen ..... tiene señorita”), siempre el mensaje final es “quiero tener sexo”. Prácticamente no importa la edad, el atractivo genuino ni la inteligencia de una mujer cuando en la calle es escaneada y “tomada” visual o verbalmente por uno o más hombres; tampoco es relevante que la mujer sea real y esté presente en el escenario del deseo: frente a una foto, un video, una videocámara, unas palabras “calientes” en un chat y hasta un dibujo animado en el que aparezca una mujer ligera de ropa todos los hombres se inquietan. Para corroborarlo basta con que un amigo confiese que “una cosa que siempre se analiza en la rondita de tipos cuando pasa una niña es, independientemente de su belleza, es el porcentaje de probabilidades de que vaya rápido a la cama. La cara, los gestos, vestido y cómo se comporta ante la mirada masculina indican si es rapidita o no.

Cuando las mujeres dicen “y… es hombre” definen sumaria y sentenciosamente este incesante apetito masculino no yerran: los hombres piensan en sexo una vez por minuto, mientras que las mujeres lo hacen una vez al día. Así lo afirman recientes estudios acerca de la fisiología del sistema nervioso que revelan que hay diferencias significativas entre el funcionamiento de los cerebros del hombre y la mujer. “La mayor diferencia entre el cerebro masculino y el femenino es que el área de interés sexual es 2.5 veces más grande en los hombres. Al comienzo de la adolescencia, los varones producen de 200% a 250% más testosterona que en su niñez lo que provoca un incremento de su interés sexual y hace casi imposible que dejen de pensar en ello”, explica la psiquiatra Louann Brizendine en su libro El cerebro femenino.


Es decir, los hombres piensan más en sexo por la cantidad de testosterona que poseen, que en el cerebro femenino es de 10 a 100 veces inferior. Lo que sí hace la diferencia es el poder de un abrazo: un abrazo de 20 segundos activa el lanzamiento de oxitocina, hormona de la atracción, en el cerebro femenino (esta hormona se segrega también durante el parto) y produce que se establezca una gran confianza con la persona que está abrazándola. La científica explica que “el área de ‘defensa’ del cerebro -núcleo premamilar dorsal- es más grande en el cerebro masculino y contiene circuitos especiales que detectan desafíos territoriales. La amígdala, que actúa como un sistema de alarma contra amenazas, miedo y peligro, es también más grande en los varones, lo que hace que estén más alerta ante amenazas territoriales”. El catedrático de Psicobiología de la UAM Luis Carretié, dice que el sistema es capaz incluso de activar la respuesta antes de que seamos conscientes del peligro. "En algunos experimentos", explica, "se presentan estímulos subliminales y la amígdala dispara respuestas fisiológicas como la sudoración en las manos, sin que el sujeto sea consciente de lo que le está asustando"
“Entretanto, el área de ‘compasión’ -sistema de neuronas espejo- es más grande y activa en el cerebro femenino, por lo que las mujeres son más empáticas y más receptivas a las emociones de otros. A ellas se les facilita interpretar emociones por medio de expresiones faciales, tono de voz y gestos”, describe la experta. Brizendine.


Por su parte, el neurofisiólogo Francisco J. Rubia explica en su libro El sexo del cerebro que “la identidad y la conducta sexual derivan directamente del sexo cerebral. El sexo genético, el fenotípico –el de los órganos sexuales-, el sexo gonadal –determinado por los testículos y los ovarios-, el sexo genital y el sexo hormonal son fundamentales en la creación del sexo cerebral y éste es a la vez el determinante de los demás sexos”. Los circuitos visuales de un hombre siempre están en búsqueda de una pareja fértil. Mirar los encantos del cuerpo femenino, interesado o no, es una reacción natural para un hombre. Un hombre mira a una mujer atractiva en la misma forma que una mujer mira a una bella mariposa, llama su atención por un segundo, pero pronto sale de su mente. Unos minutos después, mientras la mujer sigue molesta porque su pareja miró a alguien más, él ya esta pensando en lo que desea cenar. Él pregunta: “¿Qué pasa?” Ella responde: “Nada”.
El psiquiatra mendocino Osvaldo Voloschín hace una primera diferenciación entre sexo y sexualidad. “El sexo, lo sexual, tiene que ver con lo biológico y responde a un instinto de vida orientado a la conservación de la especie. En paralelo, superpuesto o apoyándose en esto, está la sexualidad, que es la búsqueda de goce, placer, gratificación. Esta es una situación compleja porque hay una fuerte inhibición o represión del alcance de la satisfacción sexual solamente como goce”. “La sexualidad como búsqueda de placer está presente desde el inicio de la vida, me refiero a la vida como el momento del nacimiento. El primer contacto para satisfacer la necesidad biológica del alimento es a través del pecho de la madre y el pecho siempre va a estar revestido de un disfrute, de un placer erótico, de ahí que estos ámbitos se apoyen uno en la otra”, destaca el médico.
El desarrollo de la sexualidad en el hombre y en la mujer es diferente a causa de los distintos dispositivos biológicos hormonales. “Los hombres piensan mucho más en sexo que las mujeres, respondo la pregunta desde el lado de la sexualidad no del sexo, porque no es que los hombres piensen en sexo para tener más hijos y perpetuar la especie, sino porque se concentran en la búsqueda de placer”, dice Voloschín. El psiquiatra explica que la sexualidad es poder, unido a la búsqueda de placer y el otorgamiento de gratificación y satisfacción de los impulsos eróticos. “Nuestra cultura, esto no ha dejado de ser así desde los primeros tiempos de la humanidad, es falocéntrica. El falo, que representa lo masculino es la forma más superlativa de evocación de aquella fuerza que todo lo puede. Está rodeado, investido, de una expectativa que desplaza el interés más global de las personas o de la cultura”, señala. “En este punto destaca una rivalidad ancestral entre el hombre y la mujer: el varón no puede parir, no puede tener hijos. Y la mujer sí. Entonces, ¿qué antepone frente a eso? El falo”, puntualiza Voloschín.
Desde lo psicológico individual y de lo sociocultural hay una clara orientación hacia la satisfacción y la primacía del falo. “Hoy parece que la sexualidad es un culto al falo. Basten los ejemplos de videos de chicas practicándole sexo oral a sus compañeros y que después suben a Internet. Las adolescentes tratan de parecerse a los hombres, de satisfacer esa demanda sexual del hombre y compiten entre ellas. Esto es problemático, controvertido y enfermizo, pero lo que se puede pensar es que no hay la simetría necesaria, no hay una aceptación de la incompletud. Sino lo contrario en el sentido de pensar que el falo todo lo puede, que evoca todo lo maravilloso, como si fuera un culto, casi con ribetes místicos, religiosos, desconociendo que somos hombres y mujeres, personas distintas, con necesidades distintas y con posibilidades distintas. El hombre nunca va a poder competir con la mujer y viceversa”, desarrolla el psicoanalista.
La genitalidad permite el desarrollo de lo sexual biológico y posibilita el desarrollo de la sexualidad, pero no es imprescindible. De hecho, las zonas erógenas, es decir partes del cuerpo capaces de despertar placer, no necesariamente están ligadas a lo genital. Sin embargo, para un desarrollo sexual armonioso es necesaria la adecuada disposición genital.
“El hombre siempre ha buscado sexo”, subraya Voloschín. “A partir de cambios culturales importantes como la liberación sexual de los años `60 se desató. Lo que siempre estuvo oculto, en la penumbra pasó a primer plano. Una explicación posible de esta conducta, que de ninguna manera agota la cuestión, es que el hombre ha sido el proveedor desde los tiempos de las cavernas cuando tenía que salir a buscar, a cazar comida. Hoy tenemos más asegurada la comida, pero el hombre tiene que salir, tiene ir en busca de cosas donde pone el juego el papel de macho”, desarrolla. Y amplía que “el hombre de cazar animales pasó a cazar lugares de poder, pasó a conquistar territorios. Siempre está en busca de situaciones que refuercen al macho poniéndolo a prueba. Tiene que estar permanentemente en funciones de macho. Esto está muy incrustado en el inconsciente y muy reforzado por lo cultural. El hombre tiene que estar en conquistador, si no es raro, no es normal”, reflexiona el médico. Las conductas sexuales de hombres y mujeres son distintas pero complementarias. “Se puede pensar que el papel de la mujer, sobre todo lo que se espera de la mujer que, aunque ha cambiado algo sigue inscripto en su inconsciente, es la atención de la casa y de los hijos, lo cual obviamente inhibe, limita su sexualidad”, explica Voloschín.
El médico argumenta que “esto es un imperativo en el sentido de que no puede ejercer su sexualidad al estilo de los hombres que sólo piensan en sexo y todo lo metaforizan en sexo porque está más centrada en la tarea de mujer-madre y tiene más inscripto el mandato de cuidar de la casa. El hombre, por el contrario, tiene el mandato del macho y esto se ha acentuado en estos tiempos en el sentido de que para ser más macho tiene que ser más sexual”. "El hombre cree, casi como un imperativo, que tiene que ejercitar su sexualidad mediante el sexo puro, y hoy gracias al Viagra que le permite el hiperfuncionamiento sexual, puede seguir demostrando que el falo sirve para algo", afirma Voloschín. 
Sin importar edad, belleza, gracia o condición, esta es la pregunta que los hombres se hacen ante una mujer por conocer. “Las mujeres en una pseudoliberación caen en esa trampa. Las mujeres buscan embellecerse artificialmente, basta ver el número creciente de cirugías plásticas, para aumentar su eroticidad para satisfacer al hombre. La mujer es funcional al deseo masculino y corre el riesgo de convertirse en mujer-objeto”, sostiene el especialista. “Aunque haya un pasaje que tenga que ver consigo misma y en relación con las otras mujeres que la ven, no es ese el fin. El último fin es hacerse más deseable para el hombre. La mujer busca ser deseada, busca ser conquistada. Esto es parte de la naturaleza femenina. Sobre este tema de la femineidad se puede hablar mucho, pero creo que refuerza su condición para estar disponible a la mirada de los hombres ya que el poder de la imagen es fabuloso”, agrega Voloschín. Y destaca que “si bien ya no está tan metida en la casa, cuando sale si puede va al cirujano plástico o al gimnasio no por una tema de salud física sino con una pretensión estética funcional a ese falocentrismo. Creo que la mujer desde el género, no defiende su lugar, no sabe cuál es su lugar, no está educada para saber cuál es su lugar y cae en la trampa”. 
Los hombres miran a las mujeres como potenciales objetos sexuales y las mujeres miran a los hombres más conectadas al mundo de los afectos. Para una mujer un beso simboliza un encuentro y para un hombre el paso inicial para tener sexo. “Las mujeres parten de algo más ideal. De la voz de una persona o de su imagen integral. Hay un intento por valorar por otras cosas, pero el punto de partida es muy parecido al del hombre, no se distingue prácticamente”, desarrolla Voloschín. Y agrega que “los hombres miran pechos, caderas y traseros, pero la mujer se hace funcional a eso. Muestran lo que saben que el hombre va a mirar. Trata de erotizarlo. Son trampas. Ofrecen la promesa de un placer infinito, maravilloso, pero si tuvieran claro que es nada más que un juego, deja de ser trampa. El problema es que el hombre apuesta una cierta realización sobre la creencia de que tiene la mejor `mercadería´ a su disposición”.El psiquiatra sostiene que “forma parte de la estructura psíquica femenina esta disponibilidad sexual frente al macho cazador, al acecho. Esto es una generalización y como toda generalización peca de injusta e incompleta, pero la mujer obtiene falo a través del embarazo”. Y explica este concepto. “En los primeros años de vida la diferencia sexual no existe. Lo que existe es un rasgo anatómico, el tener pene o no tenerlo. La mujer descubre en la infancia que no lo tiene y lo va a obtener, en su imaginario, a través del embarazo. Es como que con eso se conforma, se siente completa. Después le sobreviene una crisis en la edad media de la vida que es cuando pierde a los hijos porque se van”. 

En las mujeres este desplazamiento simbólico del falo también es provisorio pero durante cierto tiempo le funciona. “Cuando yo estudiaba medicina se hablaba del “orgullo de la embarazada” refiriéndose al semblante. Esto ya no se usa pero se ve hasta en la ropa que usan las embarazadas que muestran su panza y hasta en su andar se nota ese orgullo de estar completas, maravillosas. He asistido a muchos partos como médico y es lo más hermoso que he visto. Debe ser maravilloso para una mujer fabricar un hijo, llevarlo dentro y parirlo. Pero hay un plus, un extra que se le agrega que es una sensación de completud transitoria. Es un fragmento de la vida. Cuando los hijos se van las mujeres se quedan incompletas y vuelven a la situación original de incompletud”, reflexiona el psiquiatra.

Para Voloschín se está dejando de lado la relación afectiva, es decir, el hacer del sexo una sexualidad, un encuentro erótico amoroso donde están en juego lazos afectivos con otra persona. “El hombre reduce todo a sexo porque se siente muy incompleto", porque él también cae en la trampa de creer que con el falo lo tiene todo y por eso la búsqueda infinita, perpetua, de nuevas conquistas y nuevas proezas y hazañas, y hoy Viagra mediante, se pone de manifiesto la gran mentira detrás de todo eso. El falo es un imaginario, es una engañosa completud por lo tanto no reconoce la incompletud, es decir que le falta la otra persona, otro ser, para acercarse a la completud”, arguye el psiquiatra. “Desde el punto de vista psicológico, hombres y mujeres buscan muy afanosamente, a veces cometiendo errores, completar esa incompletud. Pero hay que aprender a vivir con la incompletud”, aconseja.


El psiquiatra advierte que “aunque pueda haber un disfrute sexual pleno, positivo, el mundo afectivo que se pone en juego en ese momento, aunque sea ocasional, no puede ser desconocido y sin embargo lo es. Se deja de lado de manera inconsciente. El hecho de que no haya nexo afectivo en una relación sexual no es sexualidad, es sexo. La sexualidad implica, por definición, un contacto que satisface necesidades vitales”.

“El intercambio afectivo se ha ido eliminando y se ha ido sexuando todo, pero no en el sentido de sexualidad como intercambio amoroso. Una de las razones, no pretendo agotar la explicación, puede ser el culto a la imagen donde lo que importa es una determinada imagen que avasalla. Para el hombre parece ser más importante que una mujer parezca que "está buena" a que esa mujer sea una persona comprensiva, tierna, amorosa o estupenda amante. Como esto no se ve, cómo no se evidencia, queda subsumido frente al impacto de lo imaginario. Esos son los engaños que nos hace la mente. Es una desgracia”, medita el psiquiatra. Para Voloschín, el sexo en la televisión, revistas, diarios e internet acentúa y profundiza este divorcio entre el mundo afectivo y el mundo imaginario y ayudan a crear una suerte de esquizofrenia social. “Esquizofrenia en cuanto a disociación del mundo afectivo, por ejemplo a través del cibersexo, es decir, relaciones en las que no hace falta otra persona real, virtualidad mediante. Acá entra en juego la capacidad de destrucción como un instinto natural, que comprende pulsiones de vida y pulsiones de muerte. Eso es lo que está en juego”, explica el médico. “Creo que este divorcio del mundo afectivo en el sexo, la cultura de la imagen, la devoción hacia la tecnología que puede dejar de lado otro tipo de vivencias, vínculos y situaciones nos acerca a otra falsa satisfacción, a otra nada”, finaliza el psiquiatra Voloschín.

En resumen, el cerebro humano es la mejor Biomáquina de aprendizaje del mundo. Los seres humanos tenemos la habilidad de hacer grandes cambios en nuestras vidas. Sin embargo, hay diferencias indiscutibles entre el hombre y la mujer que no son posibles de cambiar. “Es preferible afrontar estas diferencias que combatirlas o ignorarlas. El mejor consejo para que una mujer haga las paces con el cerebro masculino es dejando que el hombre sea un hombre”, aduce la Doctora Louann Brizendine.
Génesis 3: 6 Vio, pues, la mujer que el árbol era bueno al gusto y hermoso a la vista y deseable para alcanzar por él la sabiduría, y cogió de su fruto y comió y dio de él también a su marido que también con ella comió. 7 Abriéronse los ojos de ambos, y, viendo que estaban desnudos, cosieron unas hojas de higuera y se hicieron unos ceñidores.
16 A la mujer dijo: Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces; con dolor darás a luz los hijos; y tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti.


Fuentes: El cerebro femenino, de Louann Brizendine; El sexo del cerebro, de Francisco J. Rubia; Sexo en el cerebro, de Deborah Blum.

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